La fiebre
te invita a bajar
el tobogán
de la infancia
para desvirgar
el traje de las rodillas
una vez más.
De yapa
un picadito adolescente
con los amigos
que ya no están
y una merienda
de sienes crepitantes
con la niña de tu vida.
Las ganas de mear
peinan el terreno
y alumbran
aunque la cabeza
se
te
ha ga
a ñ i c o s.
Furiosamente
y con amor
no al punto
sino a la coma,
esbozo esos ojos
en el espejo
enmohecido
por el reto.
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