a poner trampas para ese ratón
y a volvernos invisibles con solo el intento.
A hojear los pliegos de nuestras andanzas
bajo las sombras de los pinos
que arremeten y te abrazan.
A fundir tu blanco y tu rojo
con los lienzos de mi alma.
A serpentear entre tus dedos
para escribirte mil historias
de futuros no lejanos que no quieren ser menos.
A acomodarte tras mi piel
para que veas lo que veo cuando te veo
una escultura de miel vasta como el cielo.
A elegirte todos mis días
mientras vos, claro,
me concedas esa alegría.