jueves, 29 de marzo de 2012

4 A.M.

Bahía Blanca, 29 de marzo de 2012.

A orillas de la madrugada
me acuesto a beber
el agua
que da más sed,
con dos cucharadas de Buñuel
y mucho limón.


Y así
te encuentro.

Alumbro el infinito
con el celular
buscándote,
pero entre las sombras
ya se camufló el limón
y Buñuel
se nos fue
hace tiempo.


Y así
te pierdo.

"Buen día,
¿dormiste bien?
¿qué soñaste?
¿sabés
cuánto
te quiero?"

viernes, 23 de marzo de 2012

La delgada línea

Bahía Blanca, 24 de marzo de 2012.

Un hombre
sin calma
abrocha un calambre
desafina una tonada
y manda sus sueños
a volar.


Estos últimos,
caprichosos,
regresan en un abanicazo
de néctar
digno de la naranja mecánica
de Cruyff
y se estampan
en el televisor
que alguien
dejó prendido.

El tipo del rifle también es el de la palabra,
aroma cubano a guitarra de un joven soldado.


Las palmeras, grietas del rigor de la naturaleza
presurosas por devorar fronteras
en la inquietud de una foto.

Un hombre
sin calma
(aún)
desabrocha un calambre
afina una tonada
y abraza sus sueños;
mariposas,
por
un cuarto
de fracción.

lunes, 19 de marzo de 2012

De felpa

Bahía Blanca, 19 de marzo de 2012.

El trazo de las calles desconocidas
no afea el total del camino.

El balbuceo de palabras prohibidas
no empaña el significado
de una frase.

Ni lo desconocido ni lo prohibido pide perdón,
tampoco el domingo.
Menos aún el fiel cancerbero
que guarda las puertas del instinto devenido en corazón.


Que se sepa por qué
le ladro tan fuerte
a ese peluche
que juega
conmigo.

domingo, 11 de marzo de 2012

Desvelo usual

Bahía Blanca, 12 de marzo de 2012.

La noche
se hace
la serena
a través
de las celosías,
con su autoestima
inexpugnable
y el reverbero
de los insectos
que con antenas
cruzadas
tintinean
a la sombra
de una novela
policial.

Y yo
me la agarro
injustamente
con la noche
la autoestima  
y los insectos,
mientras leo
con la luz
apagada
y pataleo
mis esguinces
como un nene,
sólo
por su amor.

domingo, 4 de marzo de 2012

Confesión

Bahía Blanca, 4 de marzo de 2012.

Qué luminoso
es sufrir la redada
de un whisky
medio pelo
en la conciencia
y que las luces
de la ciudad
que mira de reojo
se ofusquen
con el souvenir
de tus dedos 
sobre los míos,
de la envidia
que te tiene
cada rocanrol
que suena
en casa,
de mis ojos
acechando
los tuyos
(irritándote
sin querer).

Hoy que no te tengo
discuto con tu sombra
durante el solo de un saxo
ricotero,
pero hoy también
(otra vez)
soy poco de mí
y mucho de vos.

Sin dudas,
a mí sí
me gustás
más
que el rock.