Confío en que uno
no es esclavo
de una ilusión
bruta,
papel
palabra
y un par de oídos
pueden atestiguarlo.
que aunque
el exceso
de celos
haga
de vez en cuando
estragos
con las letras
del teclado,
el monitor
nos reserva
para el final
y sin rencores
(además de las cenizas
y los rastros
de café)
su mejor
pantallazo.
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