Bahía Blanca, 23 de diciembre de 2011.
Todavía no amaneció
y están los vestigios
de lo recién soñado
invisibles
palpables
en cada recoveco
de la habitación.
No me animo
a prender el velador,
sicario especializado
en oscuridad
y enfoques
del deseo.
Vacilo también
en desafiar
a la penumbra
descalzo,
ya que hay caza
indiscriminada
de muebles
al dedo
chiquito
del pie.
Oigo maullar
a un gato
y lo siento
gris.
Siento ladrar
a un perro
y lo oigo
mío.
Ya amaneció
y estás
en cada recoveco
de la habitación,
ni invisible
ni palpable;
soñada
sin pedirte
permiso.
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