Bahía Blanca, 22 de febrero de 2012.
Saben las heridas
que el alcohol
etílico
no es
un improvisado,
y aún así
no confían en él.
Entonces
setenta y siete
manos
se confabulan
en un solo chasquido
para que el rock
de la diestra rodilla
sea de los pesados.
Y volcado
sobre el pasto
descuidado,
veo a las hormiguitas
que desfilan
con el pan del día.
Me levanto
con la zurda,
y el sabor
inmortal
de los goles
que vendrán.
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