Te cruzamos
(nos cruzaste)
mientras una racha lluviosa
se avecinaba en todos los retrovisores.
Bastó una mirada
un helado en cono
para zambullirnos
en tu camino de pocos ladridos.
Y hoy me hubiese gustado hallar
más almohadas
despanzurradas
en mi habitación.
Me hubiese gustado también
sacarte a pasear
con nosotros
para siempre.
La tarde se aturde con tu ausencia
y anochece lágrimas
dónde dejaste el hueso
a medio roer.
Pero,
amigo de medio metro,
sabe el viento
que cada vez
que pronunciemos tu nombre
estés donde estés
levantarás las orejas
para así nunca
darle un final
a nuestro cuento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario